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LEYENDA DEL CLAVEL DEL AIRE

La colonización o llegada de Hernán Cortés a Veracruz
Mural de Diego Rivera (Palacio Nacional de la Ciudad de México)

Por: Enrique Guerrero.

En 1492, un navegante genovés tocó el suelo americano, con la convicción de haber descubierto un continente, que de acuerdo a estadísticas de distintos historiadores y antropólogos, ya contaba en ese entonces, con una población de entre 13,5 y 100 millones de habitantes.

"Un encomendero abusa de un indio".
(1825-1826), Códice Kingsborough
Tomó posesión de las tierras en nombre de la corona española, y el rey en retribución por los servicios prestados, estableció la Ley de Encomiendas, que serían ejercidas por sus súbditos.

El trabajo del encomendero, consistía en ocupar las tierras asignadas, incluyendo poblaciones originarias, sacar beneficio propio y pagar un tributo a la corona, proveniente del trabajo esclavo y la explotación de las riquezas del lugar, principalmente las mineras.

A cambio debía proporcionarles a esas poblaciones, cuidados espirituales, pagando a un "cura doctrinero" para la conversión religiosa, y mejorarle sus condiciones de vida.

El escritor venezolano Ángel Rosenblat, "La población de América en 1492: viejos y nuevos cálculos" (1967), estima que la población no excedería a los 13,5 millones de aborígenes, con un margen de error + ó - 20%. 

 

Por su parte el antropólogo estadounidense Henry F. Dobyns, calcula que la disminución demográfica fue dramática: e/ 95% de la población total de América, murió en los 130 años subsiguientes, a la llegada de Colón.


Con el maltrato a los indígenas, se produjo una drástica disminución de estas poblaciones, provocando el advenimiento de un sangrado demográfico y con ello la crisis del sistema de encomiendas a fines del siglo XVII.

Finalmente, en 1791 con la creciente disminución de las poblaciones originarias, Carlos IV decreta su abolición definitiva.

La encomienda sería paulatinamente reemplazada, por un sistema de esclavitud abierta, con esclavos traídos principalmente de África.






Leyenda del clavel del aire


Adaptación: Enrique Guerrero

En esos años, no existía el concepto de país y sólo se trataba de un vasto territorio sin divisiones ni fronteras.


Hasta podía percibirse en el aire, que había espacio suficiente para alojar a cuanto viajero quisiera quedarse, sin embargo el silencio de la historia, comenzaba a ser cómplice de otros intereses.


"Alfarera Huarpe"de Carlos Isola
pintor argentino, 
acrílico sobre lienzo.
Shulca, palabra quechua que significa "último o menor de los hermanos", era el nombre de una joven muchacha, nacida en el seno de una familia numerosa.

Como todos los originarios, había crecido en el valle y junto a sus hermanos, se dedicaba la mayor parte del día al trabajo.


Alternaba su tiempo, entre la alfarería, el cultivo de vegetales y las labores pastoriles, actividades que le demandaban un esfuerzo extenuante.



Una hermosa mañana, mientras regresaba a su casa cargando un atado de ramas secas, se topó sorpresivamente con una columna del ejército realista, que salía del pueblo.


Una hermosa mañana, regresaba con leña...
Su belleza no pasó desapercibida por los militares, que con una prisa aparente, pasaron a su lado.


Pero hubo un oficial en particular, al que se le despertó un inquietante brillo en los ojos, cuando vio la figura de Shulca recortada en el camino.


Por lo que, tan pronto como el militar regresó de la misión, se dirigió al poblado para buscarla, haciendo todo tipo de preguntas y averiguaciones, sin obtener resultado alguno.


"Rojos al atardecer"
del pintor argentino Jorge Frasca (acrílico sobre tela).

A la mañana siguiente, volvió al sitio donde la había visto el día anterior y para mayor sorpresa, la encontró recolectando hierbas y leñas.


De inmediato intentó entablar una conversación amable, ignorando los silencios y la actitud de la muchacha, que sólo buscaba poner distancia.

Ante las reiteradas negativas al galanteo, el oficial herido en su orgullo, quiso poseerla por la fuerza.


"Paisaje de Merlo"de la 
pintora argentina Mónica Marzaglia

Con la agilidad propia de un felino, Shulca se libró de los fuertes brazos que la aprisionaban y comenzó a correr, hasta llegar al pie de un gran algarrobo.

 

Sin dudarlo, empujada por la desesperación y el miedo, comenzó a encaramarse al árbol, intentando distanciarse del soldado, que furiosamente trepaba tras de ella.


El hombre, viendo que no podría continuar por la fragilidad de las ramas, intentó convencerla, pidiéndole amablemente que bajara, bajo promesa de no hacerle daño.

Como Shulca se negaba a aceptar su palabra de caballero, el soldado empujado por un extraño sentimiento, le arrojó una daga, que le dio certeramente en el pecho.


El cuerpo de la muchacha se precipitó al vacío como un pájaro herido, arrastrando al oficial español, que murió tras la caída.


Claveles del aire, en el tronco de un árbol.

De las pocas gotas de sangre que cayeron sobre el tronco del árbol, creció una planta con una bella flor. ¡Había nacido, el clavel del aire!


Y desde aquel día, crece en los lugares altos, buscando la luz de sol, alimentándose a través de las hojas, con el aporte de las lluvias y el aire.


Sus raíces, se sujetan a ramas, rocas y diversos objetos, sin dañarlos.


En sus sus flores de exquisitas fragancias, mora el alma de la indiecita, que llega hasta las manos de la mujer cuyana,  cada vez que un hombre enamorado, le rinde homenaje.





La cabalgata de los claveles

(San Carlos)


San Carlos, Capital Mendocina de la Tradición, todos los años a partir del 2008, incluye en sus celebraciones, la popular "Cabalgata de los Claveles".

Este año, los festejos del “Día de la Tradición” congregaron a una gran cantidad de jinetes (más de 600), finalizando con un encuentro familiar en el seno del Desierto de Huayquearías.


Cabalgata de los claveles, San Carlos, MENDOZA


El pueblo mantiene esta romántica costumbre, que sobrevivió al paso de los años y forma parte, de la identidad cultural sancarlina.

Cuentan los lugareños que en el pasado, los arrieros se internaban en el desierto por largas jornadas, para conducir sus arreos de ganado a  los puntos de venta o para el pastoreo. 

Al regreso, pasaban por un cerro al que bautizaron "De los Claveles" y recolectaban un "ramito" de estas hermosas y perfumadas flores, con las que desde entonces, homenajean a sus mujeres amadas.


Los claveles mendocinos


Clavel del aire (Tillandsia aeranthos)



Claveles mendocinos
Zamba

De las sierras cuyanas son los claveles
más perfumados, ¿por qué será?
Unen con sus olores lazos de amores,
de enamorados, ¡qué bien está!

Clavel de amor... blanca flor,
¡Huija! laira, laraira...
Es la mujer cuyana quien se engalana
con los claveles hasta embriagar.

Mujer buena y divina, cuyana hermosa
¡Viva Mendoza!... ¿Por qué será
que lejos de mi tierra, quiero a su sierra
con sus claveles, hasta llorar...?

Clavel de amor... blanca flor,
¡Huija! laira, laraira...
Donde los mendocinos le cantan dianas
a mis paisanas, lirios en flor.

Ya ves, Mendoza amada, yo no te olvido,
suelo querido siempre serás,
del que esparciendo flores con sus claveles,
tus tradiciones cantando va.

Clavel y amor... blanca flor,
¡Huija! laira, laraira...
Al brindarles mi vida, curo la herida
que va sangrando en mi corazón.
 LETRA Y MÚSICA: Alfredo Ángel Pelaia (1924)




Se aproxima el fin del año y con él, la llegada de las fiestas que congregan a las familias, envolviéndolas en un halo de amor.


Por tal motivo me despido con un fuerte abrazo y el deseo de mucha paz, felicidad y prosperidad, en esta Navidad y Año Nuevo.






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HUNUC HUAR - Leyenda Huarpe

HUARPES JUGANDO PAYANA
 acrílico sobre lienzo de Carlos Andrés Isola.


Las leyendas son pequeñas hojas,


mecidas por los vientos incansables,


que agitan los mares del tiempo.






Hunuc Huar


Leyenda huarpe


Adaptación: Enrique Guerrero


Cuentan que Hunuc, hijo único de la Montaña y el Sol, vivía solo en el Cuyùm (arenal), disfrutando de todo lo que la tierra le proveía.


"Lagunero con poncho típico"
de: Fidel Roig Matóns, pintor del desierto

Pero a medida que los años fueron pasaban e iba creciendo, una extraña y desconocida sensación de tristeza, comenzó a invadir sus pensamientos.


No entendiendo el motivo del nuevo sentimiento que se estaba despertando, decidió consultarlo con sus amigos, los animales que a diario cruzaba en el valle.


El cóndor, el guanaco y la tortuga, que no ignoraban su soledad, le aconsejaron que buscara una hembra que le hiciera compañía y le diera descendencia.


Tras escucharlos en silencio, fue en busca de su madre, la Montaña, para solicitarle una compañera.




Comenzó la larga travesía, con el zonda empujando sus espaldas. Recorrió cerros y quebradas, hasta llegar a la cumbre del Aconcagua (del quechua: mirador o vigilante blanco), donde un cóndor lo cargó sobre sus alas, para depositarlo en el mismo corazón de Los Andes.


Tan pronto como llegó, llamó a su Madre la Montaña para contarle su desdicha. Ella lo escuchó consternada, por cuanto sabía que lo solicitado por él, escapaba a sus posibilidades.


"Juan Manuel Villegas"
"Iconografía Huarpe"
de: Fidel Roig Matóns

El único que podía concederle tal deseo, era Xumuc[*], el padre Sol, para lo que debía fundirse con Che[*], la Luna, en un gran eclipse y de ese modo, darle nacimiento a Axe[*], la mujer.


Hunuc le pidió que intercediera y del romántico eclipse de Xumuc y Che, nació Huar, la primera mujer.


Y así fue que comenzaron una vida juntos, hasta que un día, coronando esa feliz unión de amor, Huar quedó embarazada.


Por lo que al enterarse Xumuc, se encendió en cólera, ya que dar vida, era una potestad que sólo le correspondía a él y no se los iba a permitir.


De inmediato les exigió que optaran entre sus vidas, o la del hijo que iba a nacer...





La decisión ya había sido tomada, cuando llegó el momento del parto, en el que nació Huarpe[1], hijo de Hunuc y de Huar.


Apresurados por el corto tiempo que les restaba, los padres lo criaron enseñándole a adorar la Montaña, el Sol y la Luna, para luego retirarse a un rincón lejano, donde cumplirían la promesa de dejarse morir.


El Sol (Xumuc) y la Luna (Che), sobre el Cerro 7 Colores (Uspallata)


El niño creció solo, enfrentando las grandes dificultades y los desafíos que le imponía el lugar.


Hasta que un día Xumuc, compadecido por la soledad de su nieto, le envió a una de las hijas de la Luna, para que lo acompañara por el resto de sus días.




La historia hubiera finalizado aquí, de no ser que, al enterarse la Madre Montaña la suerte sufrida por su hijo Hunuc y su mujer Huar, enojada con Xumuc, le exigió que diera inmediato remedio, al mal que había provocado con su ira.


Fue así que Xumuc les permitió a las almas de Hunuc y de Huar, ascender desde los abismos oscuros de la muerte, amalgamadas en un solo dios, Hunuc-Huar, para que estuvieran juntas por toda la eternidad.


Asignándole a Hunuc Huar, la misión de acompañar y proteger al Pueblo Huarpe, a partir de aquel día.


"Construyendo balzas"
Laguneros, de Fidel Roig Matóns.


LAGUNAS DEL HUANACACHE


Cuentan además que el Sol, lloró lágrimas de arrepentimiento y a medida que iban cayendo sobre la tierra, le dieron nacimiento a un sitio venerado por nuestros originarios, los Huarpes, las Lagunas del Huanacache o Lagunas del Rosario de Huanacache, en el noroeste de Mendoza.




Me despido con un fuerte abrazo y el deseo de que la vida, nos brinde buenos senderos para andar.



[*] Huarpe-Milcayac, de Luys Valdivia (1560-1642), misionero jesuita español.

 

[1] Huarpes: hijos de huar. Deriva de huar: divinidad y pe (patronímico): hijos o parientes de. 






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